El preámbulo del texto constitucional de la Organización Mundial de la Salud (OMS) destaca:
“La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”.
El 80% de los determinantes sociales que influyen en la salud están fuera del sistema sanitario. Dependen de otros factores. Entre ellos, las prestaciones de nuestros hogares y la manera en la que se planean y configuran nuestros pueblos y ciudades.
En el Día Mundial de la Arquitectura, los arquitectos y arquitectas queremos resaltar el valor del diseño arquitectónico y de la planificación urbana para garantizar el bienestar de las personas y mejorar su calidad de vida individual y colectiva, transformando realidades sociales y reduciendo la desigualdad. “La buena arquitectura protege, desarrolla y restaura la salud medioambiental, humana y animal frente a la aparición de enfermedades y refuerza la conexión entre el entorno construido y el medio natural”[1].
La pandemia de Covid19 nos reveló a todos la importancia de los lugares que habitamos en nuestra salud física y mental. El aislamiento de los interiores, la accesibilidad, las dimensiones de la vivienda, las ventanas, la existencia o no de terrazas, el ruido, la flexibilidad y la funcionalidad de los espacios... Todo ello influye en la salud de la vivienda y, por extensión, en la salud de las personas, pero también lo hace nuestro entorno inmediato. El diseño de calles y avenidas, su accesibilidad y también su mobiliario urbano, la existencia o no de zonas verdes y de equipamientos deportivos y culturales, así como una movilidad urbana sostenible son aspectos ligados a la estructura de nuestros entornos urbanos que condicionan y, en algunos casos, determinan nuestra salud.
Por ello, en este Día Mundial de la Arquitectura, hacemos hincapié en la necesidad de que la rehabilitación de viviendas y edificios y la regeneración de barrios con cargo a los fondos europeos Next Generation se acometa con ambición y desde una perspectiva integral y amplia para que las ayudas contribuyan a impulsar la transformación profunda que requiere nuestro parque edificado y beneficien al mayor número de personas.
Los efectos innegables del cambio climático y la crisis energética que ha provocado en Europa la guerra de Rusia contra Ucrania hacen fundamental la reducción de las emisiones contaminantes que genera nuestro parque edificado, responsable del 36% de los gases de efecto invernadero, y la dependencia energética. Pero, junto con la disminución de la demanda y los consumos energéticos, no debemos olvidar la mejora de la accesibilidad de nuestros edificios y de nuestros barrios con intervenciones que redunden en el bienestar y la salud de las personas y que preserven el futuro del planeta y las singularidades de nuestros pueblos y edificios porque su idiosincrasia forma parte indisoluble de nuestra identidad colectiva.
Los retos son ingentes, complejos y exigen la complicidad de profesionales, Administraciones Públicas y de la iniciativa privada para planificar y construir ese futuro mejor al que todos aspiramos y al que los arquitectos y arquitectas queremos contribuir, de forma activa, con todo nuestro conocimiento técnico y humanístico para avanzar hacia una sociedad más saludable, justa y sostenible sin renunciar a la belleza, tal y como prescriben la Declaración de Davos, la Nueva Bauhaus Europea y la Ley de Calidad de la Arquitectura.
[1] Extracto de la Declaración de la Unión Internacional de Arquitectos (UIA)
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